Una pizza fría genera más rechazo que aceptación. La casi
totalidad de sus características, tanto de sabor, aroma, consistencia y textura
desaparecen paulatinamente a medida que su temperatura desciende hasta equipararse
con la ambiente. Por qué razones físico químicas sucede esto, no estamos en
condiciones de explicarlo aquí y ahora. Pero esto es un hecho concreto de fácil
constatación.
Ya hemos hablado de este tema. Y a riesgo de sonar redundantes e incluso reiterativos postulamos lo siguiente: no hay forma de ponderar en exceso la importancia de un Horno Pizzero. Por más que parezca una obviedad, hay que recalcar y enfatizar el rol que cumple esta herramienta de tan antigua data como la harina misma. La habilidad en el manejo que se haga de este elemento es casi tan primordial como la posibilidad de contar o no con él.
Estar a la altura de las circunstancias no siempre es
fácil. Pero tampoco por ley –diría Almafuerte- ha de ser siempre tan difícil. Seguramente
debamos “tunear”, si se nos permite el término, nuestro horno casero para que
su funcionamiento se asemeje en tanto que sea posible a un verdadero Horno Pizzero
Cómo hacer esto es de lo que hablaremos en futuras entradas. Consultando a quién haga falta para desasnarnos en esta cuestión aparentemente menor. Pero que como sabemos, y aunque parezca una obviedad lo decimos expresamente, en lo que a pizzas respecta, la temperatura, nos calienta.
Cómo hacer esto es de lo que hablaremos en futuras entradas. Consultando a quién haga falta para desasnarnos en esta cuestión aparentemente menor. Pero que como sabemos, y aunque parezca una obviedad lo decimos expresamente, en lo que a pizzas respecta, la temperatura, nos calienta.