Pizza con lo que haya en este vaso |
Me cuesta. Sin dudas me resulta difícil aceptar todas las bondades que se postulan sobre el matrimonio. Y menos aún en el ámbito de la gastronomía. Es más, en lo que a bebidas y comestibles se refiere, predico el noviazgo condicional.
Sí!!! como lo leen. A la hora de comer, nada de compromisos eternos y forzados, muchas veces por el que dirán. Por el contrario, como dije, pregono sólo noviazgos fogosos y condicionados por una combinación coyuntural de factores de distinta clase: a la hora de comer no hay nada mejor que un equilibrio entre lo que a uno le gusta, y lo que uno puede disponer.
Por ejemplo, hoy por hoy, es un acuerdo tácito acompañar una Pizza de Musarela con una buena y fría birra bien lupulada y amarga, como una Warsteiner -para hablar de marcas comerciales-, o una Heineken, con menos amargor y más aroma que la anterior. Sin embargo, no me van a ver a mí andar por los rincones despotricando porque la situación obligó a que a la mentada Pizza se la escolte con vino de mesa con soda, o con Moscato con mucho hielo. Y hasta puedo aceptar una una Quilmes o una Budweiser, aunque me cueste, si la siutación así lo amerita.
El 98,3% de lo escrito al respecto postula todo lo contrario. De hecho, para dar cuenta de lo equivocado que estamos al pensar así, están los sommerliers y toda la literatura que sustenta su saber. Allá ellos. Nosotros somos más prosaicos. Y hasta acomodaticios si se quiere.
Y muchas veces no es una cuestión de resignarse a lo que que hay. Como decía mi abuelo Antonio, rico no es lo que es rico, sino lo que a uno le gusta. Y recuerdo ocasiones memorables en dónde gustos, mis amigos y yo, a la vera de la ruta, le entrábamos a un inefable queso fresco con ginebra; o kilómetros más tarde hacíamos lo propio con un vino llamado Mar de Arenas y algo parecido a un salame, en un cuchitril que alguna vez fue un garage, y que se esforzaba por oficiar de fonda.
Así que no demos más vueltas y disfrutemos que la vida es corta y tenemos de sobra con que hacerlo.
El 98,3% de lo escrito al respecto postula todo lo contrario. De hecho, para dar cuenta de lo equivocado que estamos al pensar así, están los sommerliers y toda la literatura que sustenta su saber. Allá ellos. Nosotros somos más prosaicos. Y hasta acomodaticios si se quiere.
Y muchas veces no es una cuestión de resignarse a lo que que hay. Como decía mi abuelo Antonio, rico no es lo que es rico, sino lo que a uno le gusta. Y recuerdo ocasiones memorables en dónde gustos, mis amigos y yo, a la vera de la ruta, le entrábamos a un inefable queso fresco con ginebra; o kilómetros más tarde hacíamos lo propio con un vino llamado Mar de Arenas y algo parecido a un salame, en un cuchitril que alguna vez fue un garage, y que se esforzaba por oficiar de fonda.
Así que no demos más vueltas y disfrutemos que la vida es corta y tenemos de sobra con que hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario