No hay dudas. El sexo y la gastronomía son muy parecidos. Más de lo que uno cree.
Por ejemplo, la relación entre el tiempo que requiere la preparación de casi cualquier plato y su ingesta es similar a la relación entre el tiempo de cortejo y la culminación de relación sexual. Quitando la ingente dosis de instinto e irracionalidad, la relación entre tiempo y esfuerzo invertido, por un lado, y tiempo culmine de satisfacción es completamente deficitaria, tanto en gastronomía come en sexo; salvo que en lo segundo va la perpetuación de nuestra especie y nuestra cultura. Respecto al arte culinario, basta leer mi última entrada, Del Tanque, para verificar la desproporción de párrafos necesarios para llegar al momento preciso en que la Pizza está en la mesa, y lo que resta hasta el final del texto.
Es cierto que los tiempos cambian y que las sociedades evolucionan. Hay que reconocer también, para envidia de muchos, que están aquellos a quienes la gastronomía le resulta más fácil, y también están aquellos más agraciados o con más cualidades para el amor a los cuales la relación planteada en este texto, les resulta menos deficitaria. O incluso podemos llegar a descubrir que hay un selecto grupo al cual la hoja de balance le arroja superávit. Pero para el común de los peatones las cosas son como planteadas al comienzo.
Por ejemplo, la relación entre el tiempo que requiere la preparación de casi cualquier plato y su ingesta es similar a la relación entre el tiempo de cortejo y la culminación de relación sexual. Quitando la ingente dosis de instinto e irracionalidad, la relación entre tiempo y esfuerzo invertido, por un lado, y tiempo culmine de satisfacción es completamente deficitaria, tanto en gastronomía come en sexo; salvo que en lo segundo va la perpetuación de nuestra especie y nuestra cultura. Respecto al arte culinario, basta leer mi última entrada, Del Tanque, para verificar la desproporción de párrafos necesarios para llegar al momento preciso en que la Pizza está en la mesa, y lo que resta hasta el final del texto.
Es cierto que los tiempos cambian y que las sociedades evolucionan. Hay que reconocer también, para envidia de muchos, que están aquellos a quienes la gastronomía le resulta más fácil, y también están aquellos más agraciados o con más cualidades para el amor a los cuales la relación planteada en este texto, les resulta menos deficitaria. O incluso podemos llegar a descubrir que hay un selecto grupo al cual la hoja de balance le arroja superávit. Pero para el común de los peatones las cosas son como planteadas al comienzo.