Según mi recuerdo bastante vago, fue inaugurada hace poco más de dos años. Desde ese entonces, la he visto en innumerable cantidad de ocasiones. Ubicada a pocas cuadras de casa, cada semana me encuentro, cuando rumbeo para el centro, pasando frente a ella.
Su cartelería marrón oscuro y su logo con connotaciones precolombinas llaman la atención de quién pase cerca de este local, ubicado en la esquina nordeste de 51 y 16. Sin embargo fue no hace mucho que me percate de una pequeña leyenda escrita con finas letras blancas en diversos lugares de su perímetro: Pizza de Autor, dice.
Me pareció original. O por lo menos voluntarioso el hecho de querer escaparle a la palabra gourmet acoplada a platos cuya esencia es no serlo. Así que me dije: tengo que venir a probar la Pizza de Kalen.
El segundo jueves de las vacaciones invernales tuve la oportunidad. Y la aproveché: invité a mi familia a comer Pizza.