jueves, 5 de diciembre de 2013

De una

              Sábado a la noche. Sábado a la noche de fin de semana largo, para ser más puntilloso en el relato. Tenía ganas de aprovechar la noche. Y qué mejor que Salir de Pizzas para comenzar. Tiré la idea en casa y en unos instantes estábamos todos sentados en el auto listos para una nueva aventura.
            El nombre Piero continuaba incrustado en mi cerebro desde aquel frustrado intento. Aquella vez terminamos en La Piecita de calle 43. En esta ocasión, por previsores o por suerte nomás, pudimos adentrarnos en la primer Pizzería elegida.
                A penas a cinco cuadras de casa: diagonal 74 entre 16 y 17: aquí queda Piero. A pesar de la corta distancia, no fuimos a pie. A través de las ventanillas del auto, se veía poca gente deambulando por la calle. Llegamos rápido y sin problemas luego de hacer algunas cuadras de más a las que obligaba el auto.
              Alrededor de 21:30 hs. el vehículo quedó estacionado a escasos metros de Piero.  Esta tradicional Pizzería resiste estoicamente el paso del tiempo. Desde hace más de quince años una ola modernosa y fundamentalmente noctivaga, inunda el trayecto del diagonal 74 que va de Plaza Yrigoyen a Plaza Moreno. Este proceso comenzó con El Copetín, y ya son varias las ofertas gastronómicas de distinta índole que se pueden encontrar en la zona.  Unas cuantas también son las que abren y cierran al poco tiempo. Pero Piero sigue firme e impertérrito como un granadero.
                 Antes de entrar, giré la cabeza. En la vereda de enfrente se destacaban las mesas ocupadas de algunos boliches, como Pieres y El Pueblito. Dentro de Piero sólo se podía contar una familia, la mosa y el maestro Pizzero al fondo. Y ahora nosotros nos sumábamos al magro contingente. Para llegar a la mesa elegida debimos pasar junto a los únicos comensales del lugar. Entre bebidas, vasos, platos y un previsible etcétera, sobresalía una Especial dentro de una Pizzera que yacía sobre la mesa ocupada. Las lonjas de jamón marchitas por el calor del horno escapaban debajo del queso fundido y sin gratinar que se derramaba sobre el metal. Desconozco qué era lo que me resultaba tan atrayente, pero esas porciones invitaban a pedir otras. Y eso haríamos en instantes.
                Delegué. No me hice cargo y dejé que decidan los demás. Me acodé en la mesa y me dediqué a husmear la carta mientras escuchaba las deliberaciones de mis acompañantes respecto de qué pedir. En poco tiempo, mis hijas dieron una brillante muestra de coherencia y convicción: Napolitana y Cuatro Quesos.
                 La mosa vino sin demora, tomó el pedido al que le agregamos tres gaseosas y se retiró. Como ya mencioné Piero es un lugar tradicional, clásico, hasta barrial si que quiere. No en el grado de Bacci -creo que el único lugar estéticamente parecido a Bacci es Ruta 5- pero se le acerca bastante. Sólo las paredes color ocre y las mesas de algarrobo dan cuenta de algún intento de remozar el lugar. Veinte mesas en algo más de 120 metros cuadrados de un salón dividido por un pared aparentemente innecesaria son las características principales de la Pizzería. Un televisor sin volumen y poco ruido ambiente ayudaba a mantener sin esfuerzo una charla amena.
                 Luego de una breve demora que se diluyó con la conversación ocasional, llegó nuestro pedido. Las dos mitades fueron dejadas sobre la mesa en una típica Pizzera negra. Esto dificultaba un tanto el acto de repartir a cada quién las porciones elegidas; sobre todo la primera. La Pizza de Piero es ofrecida como de molde, pero yo me atrevería a decir que es media masa. Mas tirando a Gor2 que a Bacci o La Piecita.
                 Bien cargada, eso hay que destacarlo. Y con proporciones adecuadas a la masa. Esta pierde espesor al centro y en el borde a penas excede los diez milímetros. El queso y demás ingredientes son abundantes en toda la superficie, lo que a veces suele dificultar su manejo y entrega a los comensales. Si uno no es muy pretencioso con los buenos modales y el protocolo, este detalle suma, sin lugar a dudas. De lo contrario tal vez, no.
                La de Cuatro Quesos era realmente sabrosa y el exceso de queso no fastidiaba el paladar. Pero ni con el oráculo de Delfos uno lograba saber que no se trataba de una de Mozzarella. Sin embargo puedo asegurar que es superior a muchas otras que he probado. La Napolitana comparte todas las características de la anterior. La particularidad del tomate no descollaba en absoluto. No obstante, las solicitantes de esta variante no se quejaron en absoluto.
                La cena se desarrolló con normalidad y en no más de cuarenta minutas estábamos en la vereda, rumbo al auto. Todo salió $188.

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