lunes, 16 de septiembre de 2013

Décadas

        El viernes a la noche salió de Pizzas. Fue en lo del Chacho; cumplía 43 y lo festejaba con una Pizzareada; espectacular, como nos tienen acostumbrados, él y Karina, su mujer. Que es la que mete realmente mano a la masa.
         Las circunstancias convocaban a un grupete como pocos: en marzo próximo cumpliremos 30 años de amistad. Estas tres décadas han dado lugar, entre otras cosas, a cinco años de secundaria (83-87), un viaje a Chascomús  en carpa (semana santa del 87), dos viajes a Bariloche (85 y 87), vacaciones en la costa atlántica en los '80, incontables asados en la quinta de Poroto y en la del Gnao,  viajes a Brasil en los '90; y sobre todo a partir de marzo del '98 una sucesión virtualmente ininterrumpida de noche de jueves. Con una obligatoriedad y obediencia casi religiosa, en la mayor parte de estas reuniones nos juntamos a disfrutar de nuestra amistad y de las Pizzas de GorII, a las que se adosaba birra y Fernet a discreción.
         Pero bueno, volvamos a la Pizzareada del Chacho. Tipo nueve me pasa a buscar Cirilo, y enfilamos para Gonnet. La convocatoria estaba pautada para las 21:30; llegamos puntuales: la noche fría y ventosa me recordaba que aún faltaban 8 días para la primavera, y que el invierno no se iba a despedir sin antes hacerse odiar.

         Entramos a la casa sin tocar timbre. Cruzamos unos cuarenta metros de parque hasta llegar al quincho dónde el anfitrión nos esperaba con una panoplia de bebidas y picadas destinadas a amenizar la espera a que las Pizzas entrasen a tallar la noche.
          Pocos minutos bastaron para que me encontrara aferrado a un vaso de cerveza. Luego de avituallarme de pertrechos, el Chacho me dejó en custodia una Amstel de litro. Tarea que no desarrollé con propiedad, dado que en contados segundos la botella carecía de contenido. Me parapeté tras la pequeña barra de ladrillo y madera que separa lo que oficia de comedor de aquello que es la cocina propiamente dicha. Me acodé y me puse a observar.
           Del otro lado de la cocina, en la mesada, junto a la pared, se podían ver las Pre-pizzas caseras. Parecían estar esperando el momento indicado para aparecer en escena. No eran menos de diez las que se podían contar a simple vista; doradas y de media masa.
           El tiempo ineluctable, hacía su trabajo. La Pizzaiola , tan gentil y vistosa como siempre, se aprestaba para realizar el suyo. Para eso de las diez y cuarto, ya era posible contabilizar una veintena de invitados. Era inminente que la primera Pizza comenzara a circular. Motivo por el cual comencé a buscar un buen lugar para pasar lo próximos cuarenta minutos. Sin haber terminado de analizar todas las sillas vacías que quedaban a disposición, veo que del otro lado del quincho se levantaba una mano. Era Alfredito que me indicaba una silla vacía junto a él. Acepté el convite: me dirigí hacia allá y me dispuse a incursionar en diversos temas de "reflexión", antes que devengan, inevitablemente, típicas conversaciones de borrachos.
           En medio de la charla, veo de soslayo que se aproxima Lucas, el hijo menor del Chacho. Trae consigo la primera Pizza de la noche. Una de Mozzarella; venía cortada en dieciséis porciones, a los efectos de facilitar que cada ejemplar alcance para una ronda. Sin dudarlo, me agencié una porción: de rechupete.
          ¿Por dónde comenzar? Estoy convencido que las Pizzas de Karina, tienen muchas virtudes, pero la que más se destaca es la armonía en las proporciones. Como ya dije son media masa. Por lo que no hay un exceso de harina; están bien cargadas, pero no en demasía, detalle no menor que le permite a uno disfrutar de toda la Pizza. También el piso es algo a resaltar; cantidad de horneado ideal: ni galleta de campo, ni panqueque. Esto permite a cualquier comensal desplegar con facilidad cierta destreza en el manejo de la porción elegida. Inclusive con una alta dosis de alcohol en sangre.
          Luego le siguieron: Especial, Napolitana, RúculaCebolla en repetidas oportunidades. Todas igualmente elogiables: la masa con grandes ojos por efecto de la levadura, característica que define y diferencia una masa de Pizza de un pan cualquiera. Tal vez por eso sea que haya comido no menos de diez porciones. Las últimas de pura gula nomás.
           Nobleza obliga: si uno busca y se pone quisquilloso quizá quepa una crítica constructiva: un leve exceso de aceite en la masa. Se sabe que este ingrediente facilita la preparación, manejo y manipulación de la masa cruda.  Pero aquí no cabe duda que menos es más.
          
        

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