domingo, 27 de octubre de 2013

Pero... 1ra. parte.






_¿No fuiste a Piero? _Me inquirió mi vecino, con asombro.
_No _Contesté con normalidad y franqueza.
_¿Te gusta la Pizza de molde y no conoces la Pizza de Piero? _Continuó mi vecino con la inquisitoria.
_ No _respondí ya con algo de vergüenza.
Mi vecino volvió a la carga _¿Te gusta la Pizza de molde, tenés un blog sobre Pizzas y no conocés las Pizzas de Piero?
             Me mantuve en mis trece. Mi vecino se levantó de la silla dónde se hallaba para mirarme a los ojos. La peregrina idea llamar a mi abogada se me pasó fugazmente por mi cerebro. Con su mirada clavada en la mía, mi vecino me ordenó amablemente
_ Tenés que probar las Pizzas de Piero. _El "no seas gil, no pierdas tiempo", estaba de más.
            Asentí con la cabeza. Ensayé una explicación inventada del por qué no conocía Piero y me retiré del negocio a dónde había ido a sacar unas fotocopias. Mientras volvía a mi casa, pensaba: o tengo que Salir de Pizzas más seguido o tengo que aumentar mi dosis de hipocresía...

            A partir de ese momento, probar la Pizza de Piero se instaló en mí como una necesidad imperiosa. Pocos días después, más precisamente el viernes pasado, enfundé mi familia en el auto y salí a la caza de las mentadas Pizzas de Piero.
            Los patrones de conducta se repiten; se hacen costumbre y con el tiempo se tornan idiosincrasia. La Plata, Piero y yo no somos la excepción. Diez minutos después de embutirnos en el auto, estábamos en diagonal 74 entre 17 y 18, frente a la Pizzería de Piero, A primera vista daba la impresión que estaba cerrada. Me bajé del auto y confirmé que así era. Otra Salida de Pizzas en la cuál se debe apelar a un plan bé.
            Rápidamente viramos hacia Abra Maestro; otra Pizzería recomendada por mis amigos. Sin demora llegamos a la esquina de 14 y 42. La misma suerte; estaba cerrada y sin explicación: cosa de platenses.
            De la nebulosa de mis recuerdos se me vino a la memoria La Piecita. De esta Pizzería también me habían llegado elogiosos comentarios, entre ellos: Pizza de Molde, alta, tipo calle corrientes... así que de 14 y 42 seguimos hasta 43 entre 11 y 12.
             En esta ocasión la tercera fue la vencida. Llegamos, estacionamos y alrededor de las dos de la tarde estábamos preparados en torno a una mesa para hacer nuestro pedido. Francamente debo admitir a esta altura y sin indagar demasiado que se trata del tipo de Pizzería que me gusta frecuentar: rústica, espartana, de barrio y con un nulo grado de afectación. La simpleza y la sencillez son sus rasgos esenciales.
           Su nombre le va como anillo al dedo. El local no debe tener más de 5 metros de frente por 10 de fondo. En estos escasos 50 metros cuadrados se halla todo lo necesita La Piecita para poder ser una Pizzería: mostrador, mesas y sillas, barra, taburetes y al fondo a la derecha, el único baño.
           El día era soleado, por lo que optamos por la vereda. La Piecita ofrece sólo cinco mesas, tres afuera, y el resto dentro del local. Las del interior son de distinto tipo, pero de madera y grandes. Las del exterior pertenecen al material promocional de Budweiser, igual que las sillas. Mesas bastante incómodas si el número de comensales supera el par. La cruz de metal plegable que hace las veces de patas, no permite una articulación confortable con las sillas y las piernas de quién se siente en ellas.
           Inmediatamente el mozo se acercó y nos entrego la carta. Se trataba de una hoja amarilla de tamaño A4, impresa de ambos lados, que doblada apropiadamente forma un elemental tríptico. En él se desplegaban una cuarentena de variedades de Pizzas clasificadas en tres grupos: las clásicas, las nuevas y otro que no recuerdo. Entre las opciones con que contaba la carta también estaban Fugazzetas y empanadas.
            Sin muchas deliberaciones, mi hija optó por la de Provolone y yo me dejé tentar por una de Panceta a los Cuatro Quesos y la convencí a a mi mujer que me siguiera con la idea. Cuando regresó el mozo le encargamos media de cada una. Tomó el pedido, preguntó por las bebidas y se retiró.
            Minutos más tarde trajo la Fanta solicitada por mi hija. Antes de irse, volvió a ofrecer otras posibilidades de bebestibles. Finalmente cedimos ante un sifón de litro. Reconozco que no es la combinación más apropiada, pero entre el horario y la dieta, no me quedaban muchas alternativas.
                 Ya con el sifón en la mesa, me dispuse a escrutar detenidamente La Piecita. Su angosto frente lo conforman una pared de ladrillos a la vista que encierra una pequeña vidriera y un puerta de tamaño normal, ambas delimitadas con marcos de metal pintados de negro. Todo protegido por un toldo de vinilo de color rojo Budweiser. A pesar de esta protección, el reflejo del sol en el vidrio me impedía ver con claridad el interior del local. Así que opté por realizar una incursión al baño para lavarme las manos. De esta manera, y yendo más lentamente que lo normal podría pispear y retener algunos de los detalles de la decoración y el mobiliario.
               Aproximadamente el setenta por ciento del local se haya detrás de la ele que forman el mostrador, al que uno se enfrenta ni bien cruza la puerta, y una suerte de barra que no es otra cosa que la continuación de lo anterior, y que se extiende a lo largo de la Pizzería. Con la parte superior acabada en madera rústica y de unos cinco metros de largo, esta barra se haya escoltada por nueve taburetes de madera para los eventuales comensales. Esto deja solo un estrecho margen a la izquierda que forma un improvisado pasillo que conduce al fondo, y al baño.
              Una vez higienizado hice el camino inverso para retornar a la mesa. Al final de la hilera de taburetes, ahora a mi izquierda, se hallaban las dos únicas mesas con que cuenta el interior de La Piecita, las dos muy cercanas al vidrio que da a la calle y a la pared opuesta a la que alberga las únicas dos heladeras exhibidoras.
                 Ya nuevamente en la mesa, y a través de la vidriera sólo podía ver los únicos apliques que daban luz al local:  media docena de tulipas de mimbre que colgaban del techo. Cada una de ellas con su respectivo y ecológicamente incorrecto foco de filamento.
                 Más allá que a uno le guste o no la sencillez y el carácter espartano de algunas Pizzerías, en este caso particular me resultaba difícil no llegar a la conclusión que lo de La Piecita se trataba más de una improvisación y tal vez resignación que de una cuestión de principios. Sobre todo luego de leer la frase estampada debajo del nombre del local, dice: Pizzas para llevar.

Continuará...  

No hay comentarios:

Publicar un comentario