miércoles, 16 de octubre de 2013

Reincidencia... o residencia

         Reincidí. Y sí, qué se le va a hacer: volví a Bacci; feliz y contento. No tuve que pensarlo dos veces, ni insistir para que me acompañen. Es más, mi mujer me conminó a que la integre a la partida que incursionaría nuevamente en esta legendaria Pizzería platense.
        Lo planeamos desde el miércoles. Y el sábado al mediodía, mi mujer, mis hijas y yo, nos dirigimos hacia la referencial esquina de 1 y 60; por dónde pasa también la diagonal 79. Sobre esta arteria, metros antes de llegar al cruce de avenidas, se encuentra Bacci.
        Una y media de la tarde. Para esa altura ya estábamos los cuatro apoltronados en torno a una mesa elegida caprichosamente. Todo los detalles me resultaban igual que la vez anterior. Pero había uno que no: el número de comensales. Esta vez había seis mesas ocupadas, en las que se podían contabilizar alrededor de 18 personas, a las que había que agregarles algunas más que comían en el mostrador.
         Una fútil muestra de que uno no vive de gusto: los cuatro pedimos porciones de distinta clase. Victoria y Sofía, mis hijas, repitieron la experiencia de una Napolitana y una  Cuatro Quesos; mi mujer venía convencida a probar la Pizza insignia de Bacci, la de Espinaca. Pero en la recta final, viró el timón y pidió su preferida: una de Palmitos con Salsa Golf; yo opté, sin dudarlo, por la que le había echado el ojo la vez pasada: una de Cebolla con Cuatro Quesos.
         Todo siguió su curso normal: nos trajeron rápidamente los vasos, platos y cubiertos. Tras cartón, nos proveyeron de las gaseosas; tres en este caso, yo no suelo beber cuando como, máxime si se trata de Pizza.
          El ambiente de Bacci estaba cargado únicamente del aroma a Pizza recién elaborada y del murmullo de los comensales: nada de música, ni de tevé.
          Igual que la vez anterior, bastaron pocos minutos para que nuestros pedidos estuvieran ante nosotros. Como si fuera una relación causa efecto, una vez las porciones en sus respectivos platos, el silencio se apoderó de nuestra mesa. Todas las energías estaban puestas en comer. Pareciera que no había ni tiempo ni ganas para otra cosa.
          Mis hijas gustosas, y paulatinamente, fueron haciendo desaparecer sus porciones. No hubo reproches ni quejas, sólo gestos y signos de satisfacción. Mi mujer, hizo lo propio con la suya. En mi caso, un tanto menos decoroso que ellas, comencé a comer con cierta avidez.
          Todo siguió igual: la Napolitana y la Cuatro Quesos repetían la performance  de la ocasión anterior: humeantes, altas, esponjosas. Y como era de esperar, cargadas y rebosantes de ingredientes. Esto último permitía disfrutar de una generosa cantidad de queso gratinado por el contacto directo con el calor de la Pizzera. La de Palmitos con Salsa Golf estaba en sintonía con todo esto en cada uno de los ítems que elijamos comparar; pero quizá uno pueda encontrar un exceso de salsa.
           Cebolla con Cuatro Quesos, me atrevo a decir, es la combinación ideal. Mi porción en particular ostentaba la perfección en casi todos los aspectos que uno pueda contemplar: contundente, alta como debe ser un ejemplar de Pizza al molde, con ojos óptimos, esponjosa, cargada generosamente de queso fundido y cebolla, y también con apetitosas dosis de queso gratinado...
          Pero... siempre, hasta en las mejores circunstancias, aparece un incordioso pero. Y en esta ocasión viene encarnado por el orden y la clase de los ingredientes. Lamentablemente reconozco ser un empedernido consumidor de cebolla rehogada. A toda comida trato de incluirle este vegetal. Sin embargo, la cebolla cruda directamente no me gusta, y como es de suponer, la cebolla poco rehogada, está en el limbo de la indefinición, que no me permite aceptarla o rechazarla.
            En Bacci, la cebolla de las Fugazzetas y demás Pizzas no está cruda, debo admitirlo. Pero no se encuentra rehogada en absoluto. Y para darle un toque de heterodoxia importante, los cuatro quesos fundidos en este caso cubren por completo la dosis de cebolla. Imposible es degustar apropiadamente el sabor y la textura de este vegetal. De todas maneras, uno no puede por esto bajarle el pulgar a la Pizza de Cebolla de Bacci, que por lo demás, ronda la excelencia.
            Aunque abundante y voluminosa, con una sola porción no me iba quedar satisfecho. Sin demorar demasiado pedí una de Provolone. Mi mujer no se quiso ir sin probar la de Espinaca, así que encargó una porción. Mi hijas, con sus respectivas porciones, quedaron nuevamente fuera de combate por el resto de la jornada.
             De bueyes perdidos; de qué íbamos a hablar si no, mientras esperábamos.  Rápidamente los bueyes encontraron su camino: sin demora las porciones solicitadas estaban ante nosotros. Una palabra muy gráfica que posiblemente no diga nada: espectacular; las dos.
             A la de Espinaca la vi de refilón. Pero puedo atestiguar: cumplía con todos los pre requisitos de una Bacci original: alta, esponjosa, rebosante de queso y tapizada de verde por la generosa dosis del verdura que le daba nombre, y,  por último, los imfaltables orillos de queso gratinado la hacían aún más tentadora. Mi mujer confirmó luego del primer bocado, todo lo que pude deducir a ojo de buen cubero.
               A la de Provolone la tuve en frente; y más cerca. De solo verla también podía afirmar que cumplía con todas la expectativas que había puesto en ella. A lo que dije de la de Espinaca, solo debo agregar lo referente justamente al Provolone: repleta se hallaba de este queso. Uno puede dar fe de este hecho, por ser más amarillo y más concistente que la Mozzarella. A diferencia de lo que sucede generalmente con las Pizzas de esta clase, dónde el queso que le otorga razón de ser y nombre es más un detalle que un factor estructural, como dije, aquí su presencia era determinante. Lo mismo que con los bordes de queso gratinado.
              Lo bueno y breve, dos veces bueno, dicen. Así que esta porción ha de haber estado más buena aún de lo que les cuento: duró en el plato lo que manteca en el hocico de un perro.
              Para finalizar tuve la oportunidad de degustar la mitad de la porción de Espinaca que pidió mi mujer. El gustito al vegetal que la bautiza tenía una presencia incuestionable. Detalle que entre otras cuestiones explica porque la Pizza de Espinaca de Bacci es un clásico platense.
             Otra vez los bueyes perdidos se metieron en nuestra conversación de sobremesa. Cuando los pudimos encarrilar, levante el brazo y gesticulando la clásica seña, pedí la cuenta: $110. Todo cerraba a la perfección. Inmediatamente después nos retiramos.
               Ya en la vereda, caminaba detrás de mi familia. Manos en los bolsillos, pensaba si la próxima vez que Salga de Pizzas, debía reincidir con Bacci o directamente residir en esta Pizzería.

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