miércoles, 30 de octubre de 2013

Pero... 2da. Parte.






                 Luego de esperar un poco más de lo deseado, finalmente llegaron las dos medias Pizzas. Minutos antes nos habían traído los platos y los cubiertos. Los segundos se trataban de los clásicos cuchillos de origen brasilero, con mango de madera y pequeños dientes afilados; los platos consistían en las típicas  tablas circulares usadas cuando de asado se trata. Con el único detalle llamativo del marcado uso y alto deterioro que presentaban las tres unidades que nos entregaron.
                Con la Pizza sobre una tabla ya en el centro de la mesa, en íntima proximidad a los platos, vasos, sifón botella, créanme, no quedaba mucho espacio para comer con comodidad. Pero de todas maneras nos las arreglamos sin mayores inconvenientes.


               A primera vista, la Pizza de La Piecita cumplía con mis expectativas: circular y de diámetro normal, alta y voluminosa, profusamente cargada y con un grueso borde de queso gratinado que llamaba agradablemente la atención. Sin dificultad pude identificar las ocho porciones. Con facilidad y sin tener que luchar para separar unas de otras, serví la que cada una de mis acompañantes indicaba como de su preferencia.
                A pesar de haber servido las tres porciones con cierta rapidez, y tal vez por incapacidad propia, la identificación de las dos mitades fue más una cuestión de suposición que de certeza: ambas ostentaban la misma apariencia. Pero afortunadamente, una de ella dejaba traslucir debajo del queso fundido lonjas de fiambre. Y además el Maestro Pizzero  se había tomado la molestia de indicar dónde empezaba una mitad y dónde terminaba la otra: una de ellas se hallaba cubierta por pequeños trozos de ajíes verdes en aceite.
               A mi hija le tocó en suerte, como había pedido, una de Provolone y a mi mujer y a mí una de Panceta a los Cuatros Quesos. El rostro de Sofía no trasmitió la misma satisfacción que suele comunicar elocuentemente a la hora de comer Pizza. Mi mujer y yo de a poco nos fuimos cerciorando que las virtudes de esta Pizza se limitaban a su carácter voluminoso. Todo lo demás quedaba a medio camino...
            Distintos factores habían hecho presumir, que estábamos siendo protagonistas de una Salida de Pizzas por arriba de la media. Sin embargo algo comenzó a no cuadrar dentro de esta idea. Como ya dije, la Pizza frente a nosotros, indudablemente llamaba la atención por su tamaño y volumen. No obstante, con el primer bocado está presunción comenzó evaporarse. Y a medida que masticaba, se desvanecía aún más. 
            La masa era esponjosa y de ojos pequeños. Y si bien cedía con facilidad ante la presión de los cubiertos, luego retomaba con rapidez su forma y volumen original. Pero su textura resultaba inexplicablemente extraña; sobre todo al paladar. Cuando uno engullía finalmente el bocado elegido, quedaba con la sensación que no se hallaban ante el mejor exponente de Pizza de molde. Tal vez debido a que La Mozzarella, o el queso que más se destacaba, bastante insípido por cierto, había sido colocado en fetas, cual queso de máquina. Y como habitualmente sucede con este tipo de ingrediente, los efectos de su paso por el horno distaban mucho de los que acostumbra dejar el calor intenso en la Mozzarella.
             La mitad de Panceta a los Cuatro Quesos traía, como era de esperarse, Queso Azul; para mi gusto en exceso. Este émulo del famoso fromage français se hallaba completamente oculto debajo de los demás quesos. Razón por la cual las altas dosis de “Roquefort” resultó una sorpresa difícil de digerir. En mi caso personal al menos, este lácteo, cuando fundido, se torna un tanto pantanoso a la hora de la digestión. Nunca más cierto que aquí la trillada frase menos es más.
            Las caras y expresiones de mis acompañantes hacían presagiar un acuerdo absoluto. Mi hija, ferviente e incondicional defensora de la Pizza a cualquier hora, se dio por satisfecha con media porción; mi mujer y yo con una. Intenté finiquitar los restos de la de Provolone que había dejado mi hija. Pero quedé a medio camino: dos bocados fueron suficientes. Es pertinente aclarar lo siguiente: mi hígado y yo veníamos maltrechos de la noche anterior, por lo que tal vez la opción de Panceta a los Cuatro Quesos, no haya sido la mejor.
            Media Pizza yacía en el centro de la mesa. La miraba con algo de fastidio y en silencio. Parecía ostentar un aire victorioso: había podido con nosotros tres. Pero la última palabra la iba a tener yo. Me levante, ingresé al local y me dirigí al Maestro Pizzero. Pedí una caja y la cuenta. Muy amablemente colocaron las cuatro porciones remanentes en una pequeña caja de cartón. Me la entregaron con una sonrisa y agregaron.
_93 pesos.
            Pagué, dejé propina y me retiré. Con la caja de cartón en mis manos caminé hacia el auto. Mientras lo hacía pensaba que pronto tendría mi segunda oportunidad.        

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